Mis audífonos estaban fuera del estuche pero dentro del bolsillo de mi short. Planeaba escuchar una lista de reproducción llamada “Esenciales”, canciones que rescatan la esencia de Tame Impala, banda del austrialiano Kevin Parker, definida por Apple Music como “psicodelia del siglo XXI”.
Era mi primera vez corriendo la carrera 10K de la Anáhuac. Pronto entendí que correría entre monte y la única arquitectura para contemplar eran las aulas y laboratorios en la lejanía… Decidí que sería una carrera para escucharme, una carrera meditativa en la que debía traerme al presente una y otra vez, corriendo, escapando de la divagación mental.

Carrera Anáhuac Mayab 2025
En la semana hice una meditación. Mientras respiraba, etiquetaba y decía en voz alta hacia donde mi mente me llevara. “Presente”, “pasado” “futuro” era el nombre de las etiquetas. Me caché diciendo futuro un sin número de veces. Una que otra vez dije pasado y solo una vez dije presente. En este instante, el presente son solo dos cosas: el movimiento de mis piernas y el ritmo de mi respiración.
Mis audífonos se quedaron en la bolsa del short, decidí no querer enterarme de mi ritmo medio. ¿Qué importaba? El ritmo medio sería del último kilómetro. Pasado. La distancia y el tiempo también formaban parte del pasado. Esta, sería una carrera del presente. De este preciso instante. No del segundo que viene, no del metro que está a 10 metros. No me importaba saber en qué kilómetro estaba. Quería abrazar el momento y dar lo mejor de mí. En ningún momento quedé exhausto.
Me gusta escuchar Tame Impala cuando troto, sé de qué se trata: de elevar mi sensación de bienestar vía picos de dopamina. “¡Qué importa el bajón!”
Hay canciones, o melodías dentro de ellas que se yuxtaponen con el sentido de logro. Cuando eso ocurre, es algo técnicamente no tan bueno. Esa superposición de sensación de bienestar al instante de hacer ejercicio es un volado. Quiero decir que puede ocurrir o puede no ocurrir.
No todo lo hace el camino, o lo que veo o lo que siento. A veces el camino es el de siempre pero algo activa el circuito mesolímbico de la dopamina.
Cada año, la carrera de la ciudad de Mérida activa ese circuito dopaminérgico. La arquitectura del Centro Histórico, el tomar por asalto las calles, recorrer los barrios viejos, pasar por debajo del Arco de San Juan son empujones de dopamina que ocurren cada cierto número de kilómetros.
El sentido de logro es otro empujón de dopamina. La música con el beat correcto, el espacio de silencio entre los instrumentos y la frase adecuada, coloca más moléculas de dopamina encima del andamiaje previo.
El resultado, si te gusta la carne, es como esa hamburguesa de Burger King que no tiene vegetal alguno sino tocino, queso y carne. Le llaman la Stacker King (el Rey Apilador) porque lleva una carne encima de otra, más carne encima de la anterior y, si quieres, puede haber una tercera carne (o cuarta o quinta) encima de otra hasta que llegues al tocino que yace encima como si fuera la cereza de un pastel. Así ha sido para mí la música mientras corro, como ese tocino que corona.

La noche que corrí mi primera carrera de la Anáhuac Mayab (2024) cené una “Baconator” de dos carnes apiladas rematadas por tocino. Es la versión de Wendy´s del “Rey Apilador”
Escuchaba el disco de The Wall en el último trimestre de 2022 mientras entrenaba para la carrera de la ciudad del 2023. Corría de noche, la calle solo para mí, trotaba a veces en medio en contraflujo vehicular, como conquistando el suelo que pisaba. Las noches eran frescas, corría hacia una meta: mejorar mis tiempos para la carrera que se avecinaba.
Cuando daban las 10 u 11, sentía que mis pasos se fundían con la noche. Me recorría una sensación de energía, vitalidad y serenidad que es difícil poner en palabras. A veces los pensamientos se arremolinaban, a veces se callaba mi mente. A veces tenía proyecciones hacia el futuro, ideas interesantes, llegaba a conclusiones de sucesos grandes, pequeños y medianos de mi vida.
A veces, entendía cosas cuyas conclusiones se fugaban hacia el inconsciente porque no podía anotarlas mientras trotaba. Mi mente no estaba en el presente, sólo cuando se apagaba. Yo disfrutaba todo: cuando resolvía los problemas del pasado, cuando se proyectaba hacia el futuro, cuando se callaba y lo que quedaba era la música que nuevamente me sacaba del presente.
Por eso, decidí no escuchar hoy Tame Impala. Decidí escuchar mi respiración, como vehículo para conectarme con este instante. Realizaba el esfuerzo físico de mayor potencia un instante a la vez. ¡Da tu mejor potencia ahora mismo! No importa el instante que siga. No mires los señalamientos del kilometraje. Lo que importa es que explotes en este instante.
¿Pero si estoy dando mi mayor esfuerzo ahora, cómo podré contener el cansancio en el futuro? ¡Ah! Ese no es un problema de este instante. Empuja ese pensamiento. Es FUTURO y tu esfuerzo sólo se requiere en este instante. Subía mis rodillas y ampliaba mi zancada. El esfuerzo me agotaba pero la apuesta era tan sólo de este instante.
Correr parece ser el puente entre el desorden medio y la simplicidad. El camino que recorres es el que te aleja del caos, el que te conecta con lo sencillo. Es la suma de instantes en donde lo que importa es tu respiración. Para lograrlo usas tu mente y también la dejas de usar.
Como si fueran una parvada de patos trabajando juntos para vencer el viento, corría el equipo de All in Your Mind. Decenas de metros adelante corría su líder. Detrás, como un batallón se movían en grandes zancadas sus pupilos. En redes sociales siempre suben sus triunfos.
Me fui al pasado, cuando días antes, por el furor del entendimiento, me preguntaba ¿quiero ser de podio? Verlos me trajo de forma abrupta de vuelta al presente: ¿cómo crees poder? Mira sus zancadas, ellos ya están de vuelta y tú apenas vas de ida.“Tú vuelas solo, tú solo cortas el viento”.
Mi mente se fue al futuro en el que no había manera que yo gane un lugar alguna vez en el podio. En el podio estaban ellos con sus viseras azules, con su sport con el lema en inglés “todo está en tu mente”.
En mi mente estaba “tienen más de cuarenta y hacen esas zancadas”, de pronto volvió el presente y el sentimiento fue de autocompasión, de amor propio: si quieres puedes.Si te queda duda mira cómo pasan volando.
La pregunta es ¿realmente quieres? Todo este diálogo interno lo caché en tiempo real…
Nada de eso importa ahora. Importa que explotes tu energía este momento. Importa que avances. Impera que alces más las rodillas, que muevas rápido ambos pies, como si estuvieras en una bicicleta poniendo rápido un pie sobre el pavimento para rápido poner el otro.
En tiempo presente pasaba a muchas personas, eso me agotaba pero a la vez era lo que me empujaba: rebasa a este. Rebasa a aquella. Rebasa a todo este grupo.
Mi corazón aceptó correr. Mi respiración era galopante. Usé una técnica de meditación para relajarme: Respirar dos veces, exhalar lentamente otra vez. Repetía el ciclo.
Eso calmaba mi respiración pero me relajaba un tanto y, por ende, desaceleraba. Entonces repetía el proceso: los pies en el pavimento uno tras otro en secuencias rápidas, las rodillas arriba, pretender que voy rápido en una bicicleta, sentir el cansancio, calmarlo con la respiración como último remedio.
Entre esas veces me hacía consciente que lo que me hacía correr con intensidad era el instante. Solo corre con explosión. Mantén la explosión. Quema con fuego estable…
Solo se trata de este instante.

Así reseña Apple Music el álbum Currents de Tame Impala: Ritmos monstruosos, sintetizadores cegadores y melodías hipnóticas: el tercer álbum de Kevin Parker como Tame Impala es también el mejor hasta la fecha, una palpitante expedición de soul psicodélico que debe tanto a Prince y Michael Jackson como a Syd Barrett. “Let It Happen”, es un viaje de siete minutos a través de cascadas de teclados, falsetes y guitarras casi ausentes. En el otro extremo, “The Moment” es una canción de pop majestuoso animada por una línea de bajo irresistible.